viernes, 16 de agosto de 2013

Trabajo no es crimen

Arequipa. Viernes a la noche, caminando muy tranquilos y sin apuro por la peatonal a una cuadra de la plaza de armas, notamos que había una discusión entre la policía y otra gente. Por mera curiosidad nos acercamos a ver qué pasaba. Casualmente, dos argentinos que estaban allí nos explicaron lo que ocurría: varios agentes de la policía (identificados en su uniforme como "seguridad ciudadana", algo así como la Metropolitana me animo a deducir), estaban echando de la peatonal a dos artesanos brasileros que estaban vendiendo su mercadería. Pero eso no era todo: los mismos peruanos transeúntes se detuvieron a defender a los artesanos y a enfrentar a la policía.
La gente se ponía a discutir con los agentes y a preguntarles por qué tenían que irse de allí los artesanos, si en realidad no estaban perjudicando a nadie, sino que estaban allí haciendose el mango. Les preguntaban que si acaso ellos no tienen hijos que mantener, que los artesanos también tienen una casa que mantener y alguna boca para alimentar. Que por qué no van a buscar a los verdaderos delincuentes, a la gente que sí hace mal y dejan a los laburantes en paz.
No sólo peruanos se solidarizaron con los artesanos: argentinos y otro brasilero que tambien era vendedor callejero se pusieron a discutir con los agentes, que por supuesto, no entraban en razones.
La cosa se puso un poco pesada cuando llegó al lugar otro móvil con más agentes y en ese momento, una señora no dudo un instante en poner el pecho a la situación y gritarle al policía: "Qué es lo que pasa?!!"

El brasilero se puso a agitar: "¡Trabajo no es crimen!, ¡Trabajo no es crimen"! Todos lo seguimos coreando.
Un rato después de seguir discutiendo, con toda la gente apoyando a los artesanos, la policía no tuvo otra opción que irse. En medio de aplausos, los móviles se fueron para otro lado.

"¡Viva Simón Bolívar! ¡Viva el pueblo latinoamericano unido! ¡Viva el arte y la cultura!" Así gritabamos todos, agitados por el mismo brasilero.
Me fuí pensando que en estas pequeñas cosas, el argentino, el peruano, el brasilero, latinoamérica toda, si se une, logra lo que se propone. Todos juntos para defender al artesano, lograron que los policías se fueran y lo dejen trabajar.
Me pregunto si esto en Buenos Aires hubiera pasado igual. ¿Habria una señora como la que enfrentó gritándole al policía, defendiendo a un artesano que trabaja en la calle? ¿O habría una señora que llame a la policía para que saque a ese vago que está ahí tirado?
¿Habría lugar para que todos se unan en defensa de una causa, sin importar la nacionalidad? ¿O habría quien diga "estos peruanos negros de mierda, que se vuelvan a su país"?
Pareciera que la cosa fuera simple: reconocerse como hermanos de la misma tierra. Pero no todo es tan sencillo.
Llegamos a Arequipa en medio de los festejos por la fundación de la ciudad. Días enteros de desfiles y corsos de celebración, con gente con el pecho inflado de orgullo. Pero no orgullo de ser peruano, sino de ser arequipeño. Dos cosas muy distintas.
Un arequipeño que nos alojó nos lo explicó al mostrarnos una remera que decía: "Peruano yo? Arequipeño, carajo!" Los arequipeños no se reconocen como peruanos, ellos son algo más.
Arequipa se hace llamar la ciudad blanca, por la gran cantidad de inmigración española. Es la segunda ciudad peruana después de Lima, y aparte de haber tenido hace casi 500 años la invasión española, ellos ahora se siguen sintiendo" invadidos", pero por hermanos de su propia tierra. Arequipa está llena de gente de otras ciudades, en su mayoria Puneños, y los arquipeños se encargan de dejar bien clarito quién es quién en la ciudad. Los identifican de lejos y  te lo dicen con cierto recelo "Ese no es de acá, ese vino de Puno a quedarse".
Si entre los mismos compatriotas hay este tipo de resentimientos y discriminación, está difícil la unión latinoamericana.
Aunque con situaciones como las que les conté de la policía y los artesanos, uno conserva la esperanza.


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