La
inmensidad azul del Titicaca se volvió chiquita luego de encontrar a Corvalán
temblando en la defensa de Racing.
La cultura milenaria riquísima de
La Paz se me empobreció al ver las pifias de Ortiz.
La tranquilidad y misticismo de
la isla del Sol de repente fue nerviosismo al darme cuenta que Pillud se iba
inútilmente arriba y después no volvía, dejando un buraco en la línea de fondo por
el que pasaban todos los atacantes del adversario como pancho por su casa.
La ilusión de pasar una noche en
la isla de Amantaní junto a una familia nativa, comiendo sopa de quinoa, papas
y arroz acompañados de un digestivo té de muña, pasó a ser la desilusión
constante de un Vietto solitario e impotente con sólo 20 años.
La alegría de arribar a Puno en
una tarde en la que brillaba el sol, se transformó en angustia que corroe los
huesos al descubrir los cabellos ondulados rubios de Zubeldía, quien se
encontraba callado, sin decir una palabra, sin dar indicaciones a sus jugadores
espantapájaros, mientras a mí se me desgarraban las vísceras con cada gol del
rival.
El recuerdo de un Chatruc que
dejaba todo en la cancha para disimular sus limitaciones y un Rubén Paz que
acariciaba la pelota como si fueran los senos de la última mujer del mundo se
me desvaneció al ver la falta de entrega de un Villar barbudo y enojado y de un
ya no tan joven Viola en su regreso sin gloria.
¡Ay Racing cómo me dolés en todo
el cuerpo! Incluso estando en esta Arequipa soleada que me regala festividades
por sus 473 años de vida; a pesar de los colores de las ropas, los bailes
típicos, el Misti que se impone con su pico nevado y el río Chilli
tranquilizando sus aguas, no pudiendo hacer lo mismo conmigo.
Me mortificás aunque esté a
miles de kilómetros porque sos mi infancia de botines puma de lona, medias
hasta las rodillas, pantaloncito corto negro y la celeste y blanca Rosamonte
que me llenaba de orgullo y me hacía más alto de lo que era.
Me afectás porque sos Fillol en
el 88 tirándose al piso y sacando una pelota imposible contra el palo; la Tota
Fabbri y Gustavo Adolfo Costas desangrándose en la cancha como si fuera una
guerra imposible de ganar, pero sí de empatar.
Porque cuando me termino de
duchar me pongo Perfumo y cuando visito las basílicas pienso en Basile. Y si se
me escapa un gas, ante la mirada inquisidora de la gente, rememoro a Olarán.
Racing sos parte de mis células
sanguíneas y me pongo anémico cuando te veo tan sin reacción como en el último
partido. Sos la médula ósea de mis vértebras y me fracturo cuando te pelotean y
no te defendés.
Porque nací académico y crecí
celeste y blanco como el cielo. Y por más que me aleje en un viaje sin fin,
siempre llevaré a Avellaneda conmigo.
por lo menos Independiente nos está regalando un lindo segundo semestre...
ResponderBorrarNo nos tenemos que conformar! Acabo de ver la nueva derrota académica desde Cusco, otra vez con Lanús! Y si no fuera por Saja...
ResponderBorrar