miércoles, 25 de diciembre de 2013

Relatos habaneros de llegada


                Qué emoción cuando vimos la isla desde lo alto, y el azafato afeminado murmuró por el micrófono: “ajústense los cinturones que estamos por aterrizar”. Ya en el aeropuerto José Martí mostramos todos los papelitos que habíamos completado meticulosamente en el avión –la visa de turista comprada en Cartagena a 20 dólares y el cuestionario de migración- y cuando estábamos por salir al fin, observamos que a nuestro alrededor había varios oficiales abriendo valijas y revisando hasta el último detalle. Rogamos en voz baja que no nos paren, porque no teníamos ganas de sacar todo lo que llevábamos en nuestras pesadas mochilas y avanzamos sigilosamente. No se hizo esperar la pregunta inquisidora de una oficial negra alta: “¿De qué nacionalidad son?” Nuestra respuesta tímida nos abrió las puertas. Somos argentinos dijimos, y no hizo falta más.

                Foto 1: Habana vieja, centro de la ciudad.
                Paradójicamente, lo primero que hicimos en tierra cubana fue conseguir dinero. Cambiamos dólares por pesos convertibles o cuc, los billetes que utilizan los turistas. Sorpresivamente 1 cuc vale más que 1 dólar (87 cuc = 100 dólares)  y esto claramente no tiene que ver con que la primera tenga más respaldo en los bancos, es en cambio, una especie de castigo simbólico a la moneda de Estados Unidos, por todos los males que este país le ha ocasionado a Cuba. Hubiese sido preferible viajar con euros o libras esterlinas, pero ninguna de esas dos monedas están a nuestro alcance.
                Tomamos un taxi que nos trasladó a Vedado, nuestro barrio en La Habana. Al costado de la ruta se alzaban grandes carteles con frases alusivas a la revolución e imágenes del Che, Fidel, Raúl y Camilo Cienfuegos. Mi sensación fue: “qué bueno que en vez de verse carteles con propagandas de multinacionales como ocurre en el resto de los países (Coca – cola, Samsung, Mc Donalds, etc.), aparezcan estos otros con frases que poseen un contenido ideológico. Otros dirán que es una bajada de línea del gobierno, pero me parece importante recordar un hecho histórico tan trascendente como fue el alzamiento del pueblo y expulsión del dictador Batista.

                 Foto 2: Yendo por la calle 23, una de las arterias de la Habana, que la recorre de pe a pa, barrio Vedado.
                Al bajar del taxi no podíamos creer la belleza de esta ciudad, con aire de otros tiempos. Las casas de Vedado fueron construidas en los años 50 o antes. Son casonas grandes con columnas, algunas pintadas con colores vivos, otras un tanto lúgubres, pero de otra época. Los autos son antiguos, parecen sacados de una película de Marilyn Monroe.
                Nos instalamos en nuestra habitación, muy acogedora por cierto e improvisamos una siesta. A eso de las 6 de la tarde, ya estaba anocheciendo, salimos a “El diablo tun – tun”, donde se presentaba un trovador cubano joven y su orquesta bastante típica: batería, bajo, coro, un negro que le daba duro a unas congas y un trompetista venezolano que la rompía. En el salón todos se movían sin timidez al son de la música, con una destreza y ritmo llamativos, innatos.
                En la Habana no es peligroso andar de noche, como sí ocurre en otras capitales. Uno camina tranquilamente por las calles, y eso que cuando se esconde el sol parece una película de Freddy Kruger, por la arquitectura vieja y la falta de iluminación.

                Foto 3: Calles de Centro Habana.

                Existe el robo, nadie lo niega, pero no abunda. Y generalmente consiste en carteristas que hurtan la cartera de la dama o el bolso del caballero en un colectivo lleno. No hay robo a mano armada y la violencia es abismalmente inferior a la de otros países latinoamericanos. Creo yo que lo antedicho se relaciona con que todos poseen más o menos lo mismo. Hay algunos que viven más holgadamente y otros más apretados, pero no se observan ricos que ostentan lujos y pobres que se mueren de hambre. Y los barrios son bastante homogéneos, tienen un poder adquisitivo similar. No hay favelas como en Río de Janeiro o comunas como en Medellín.
                Otro punto importante a destacar es que aquí en Cuba la educación es prioridad, gratuita y obligatoria y en consecuencia el cubano es muy culto: sabe de historia, números, literatura y obviamente música. Además con la educación no se recibe solamente conocimiento, sino también afecto, por lo que el robo es menor que en otras latitudes. Soy de los que piensan que más educación se traduce en menos delincuencia. Habría que probarlo en Argentina.




                 Fotos 4, 5, 6 y 7: Una de las tantas escuelas que existen en Cuba. La que aparece en las fotos pertenece a la ciudad deTrinidad, en la provincia de Sancti Spiritus. En las paredes del patio se observan las figuras de dos próceres cubanos: José Martí, quien ideó, participó y murió en la revolución de 1895 por la independencia de España, y Ernesto Guevara Lynch, comandante en la revolución que se inició en noviembre de 1956 y terminó con el neocolonialismo norteamericano y la dictadura de Fulgencio Batista cuando se inauguraba el año 59.

                Así se resume nuestro primer día en La Habana. La lluvia todavía no había empezado, pero un frente frío, muy raro en este país, iba a empaparnos los 2 días que siguieron. Habíamos traído con nosotros las nubes.




                 Fotos 8, 9, 10 y 11: Imágenes de la lluvia en Habana vieja.

1 comentario:

  1. También estuve recorriendo Cuba hace 3 años y coincido ampliamente con lo q contás, tus sensaciones y opiniones. Un placer leerte!

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