jueves, 26 de diciembre de 2013

Arte para todos, popular y no elitista


En Cuba, tuvimos la suerte de hacer coincidir nuestros días en La Habana con el 35° Festival del nuevo cine latinoamericano. 10 días consecutivos de proyecciones de películas, cortos y documentales de los más variados géneros y temáticas, de todos los rincones del continente y algunos de Europa y Asia. Un verdadero paraíso para cinéfilos.

Nosotros nos dejamos tentar por tan suculenta propuesta y nos tiramos de cabeza a disfrutar por varios días seguidos de cuanta película nos pusieran por delante. Los cines nos quedaban muy cerca de donde estábamos viviendo y nuestra  amiga y anfitriona Miriam, que trabaja en el Instituto Cubano de Arte e Industria cinematográfica, nos facilitó dos credenciales con las cuales podíamos entrar sin pagar y sin hacer filas a cualquier función. Lo  de entrar sin pagar, no hacía mucha diferencia, ya que la entrada a todas las películas sale 2 pesos moneda nacional (aproximadamente 0,10 centavos de dólar). Pero lo de entrar sin hacer filas, eso sí valía la pena; los cines estallan de gente, a toda hora. Hemos concurrido a una función de una película a sala llena a las 12.30 del mediodía de un jueves.

Y acá viene lo interesante: contrario a lo que uno puede llegar a imaginar, toda esa gente que llena las salas del festival de cine no son en su mayoría personas del palo cinematográfico, que usan anteojos con marco grande y tienen llamativos cortes de pelo, sino que la mayoría es gente del barrio. Señoras y abuelas que llevan escondido en la cartera un termito con café para tomar mientras ven la película, familias, jóvenes, adolescentes. Todo este público variopinto se acercó al cine, hizo una fila larguísima para entrar y se dispuso a ver qué tenía para ofrecer una película argentina, ópera prima de una directora poco conocida.



Nunca fui una asidua concurrente del BAFICI, pero me di el gusto de haber ido a ver alguna película alguna vez,  y la verdad es que las veces que fui, nunca vi un público tan popular como el que encontré en La Habana. Y menos aun, salas llenas en películas no tan conocidas, como puede ser una ópera prima. Eso me hizo pensar por qué se da que en Buenos Aires, en los festivales de cine, y también incluyo al teatro del Festival internacional de Buenos Aires, parece haber un aura de elitismo, de que las obras están dirigidas a un público entendido, a los críticos y los estudiantes, pero no están abiertamente ofertadas al público en general, al público que tal vez no conoce a los directores que están en concurso, pero que de todas formas tienen ganas de ir a disfrutar de una película y les importa poco criticar como estuvo tratada la narrativa, qué tal fue la dirección de arte o con quien estudió actuación tal actriz.

El festival de cine de La Habana es una verdadera expresión de arte para todos. Yo creo que como artista, lo que uno más quiere es que la mayor cantidad de gente posible conozca  su obra. Yo creo que en este festival se logra ese cometido. No se percibe esa sensación de “arte para los que entienden”, sino que es verdaderamente una manifestación popular. Me hace preguntar también, por qué el festival acá en Cuba es verdaderamente multitudinario y en Buenos Aires no tanto;  durante la última función del Festival, donde se exhibía una película cubana que ganó el premio del público, la cantidad de gente que asistió al cine fue tal, que hubo que retrasar la función dos horas por la batahola que se había armado. Nadie quería quedarse afuera y perderse la película. Habría que preguntarse qué habría que hacer para que vaya cada vez más gente al cine a ver películas de autor, para que los realizadores hagan llegar a cada vez más gente sus obras (de la rama que fueran: músicos, directores de cine y teatro, artistas plásticos, etc.).

Tal vez habría que sacarse de la cabeza la presunción errónea de que hay ciertas manifestaciones artísticas que son para “los que saben”, porque ellos sí podrían apreciar en su totalidad lo que el autor  quiso expresar, y que hay gente que simplemente no lo entendería porque no estudió o porque no sabe.  Una de las cosas interesantes de las manifestaciones artísticas, es que hay tantas impresiones que puede dejar una obra, como espectadores que la ven; a cada uno le va a dejar algo distinto, porque todos somos distintos y todos vemos, escuchamos y sentimos diferente. A uno que tal vez sabe mucho, tal vez se le escape algo mínimo, pero que tocó y emocionó a otro que no sabe nada.  

Como dijo un personaje de la película “Fresa y chocolate” (una película cubana que les recomiendo ver porque es excelente): “El arte no es para transmitir, es para sentir y pensar. Para  transmitir, que transmita la radio nacional!” Nos quedamos tan fascinados con esta película (que estuvo prohibida varios años en Cuba. Si quieren saber por qué, véanla!), que Marta, otra de nuestras anfitrionas, dramaturga y apasionada por el cine, nos llevó a conocer las locaciones donde se filmó esta peli, que hoy se transformó en paladar turístico. Se trata de un antiguo solar, una casa muy grande de principios de siglo XX, que esta dividida en varias partes y conviven varias familias en ella.



Tal vez habría que dejar de hacer arte para los artistas y hacer arte para uno mismo, por el solo placer de hacerlo y después, compartirlo con todo aquel que quiera, sin importar si sabe mucho, poquito o nada.
Por último, les dejo el trailer de "Fresa y chocolate", peliculazo.

1 comentario:

  1. Casi lloró Ana recordando lo emocionada que me sentí cuando entre por primera vez al Cine Chaplin y la sala estaba a reventar, el publico tiene un calor especial que no se encuentra en ninguna otra región (quizás del mundo) porque son libres de opinar, gritar y comentar en la sala, porque es suya, no del director o un selecto grupo. El arte es para todos, pero sobretodo para el que lo disfruta, lo goza. Buen post.

    ResponderBorrar