jueves, 14 de noviembre de 2013

Arepas de cariño


                Medellín es hermosa por su gente. Apenas llegamos teníamos la opción de ir a 3 casas: una en barrio Envigado, otra en Laureles (uno de los más top) y la tercera en Guarne, un tanto alejada y agreste.

                Fuimos a parar a Laureles, donde Adri, una psicóloga paisa, viajera, actriz y profesora de la universidad de Envigado, se había mudado recientemente con 2 amigos. Estuvimos allí una semana y pudimos descansar, tomar café hasta la úlcera gástrica en el balconcito y participar de la fiesta de inauguración.

                Se trata de un departamento muy espacioso, fresco y moderno. Cuenta con 5 ambientes (uno de servicio), 3 baños, cocina larga y balcón al frente, así que estuvimos muy cómodos. Y lleno de detalles, decorado como quien no quiere la cosa: cuadritos en el living, una libélula de plástico en el vidrio y un televisor viejo sin pantalla con una pantera rosa de plástico dentro.


                El barrio también nos atrapó. Edificios lindos, no tan altos, mucho verde, calles limpias, no muchos autos y la increíble calle 70. Caminar dicha calle desde la avenida San Juan (la número 44) hasta el estadio de Nacional de Medellín, fue uno de nuestros mayores placeres: puestitos que vendían pizza paisa, ensaladas de fruta, arepas e intercalados barcitos donde se podía bailar salsa o sentarse a tomar una cerveza o jugar al billar. Y al fondo el estadio y el folklore del fútbol: absolutamente todo teñido de verde y blanco, los colores de Nacional, uno de los pocos equipos colombianos que ganó la Libertadores en el 89.



                Participamos de la fiesta de inauguración de la casa de Adri y conocimos mucha gente linda. Tomamos vino hasta el cansancio, picamos algo y bailamos salsa al final de la noche. 



                Cuando terminamos nuestra estadía allí, nos mudamos a Envigado, la casa de Meli, estudiante de psicología en la universidad de dicho barrio, amante del teatro y discípula de nuestra anfitriona anterior. Con sólo 22 años, se la ve muy segura de lo que quiere. Entre sus anhelos aparece el de viajar y volver a Buenos Aires, tierra que ya visitó, pero con la cual quedó ligada, vaya a saber uno por qué.

                Allí conocimos a Marta y John, 2 personas queribles por donde se los vea, padres de Meli. Ellos nos trataron como reyes y se dedicaron a engordarnos como ganado. Nos cocinaban a toda hora: patacones, frijoles, arepas de choclo con revuelto de huevo, cebolla y salchicha y el infaltable tintito de café.
Nosotros agradecimos la hospitalidad con un bife a la criolla ¡bien argentino che!

                Pero no solamente la gente con la que uno se relacionó fue hospitalaria y amable, sino también la desconocida. Cada vez que nos perdimos en la ciudad, siempre hubo un paisa dispuesto a ayudarnos, incluso a llevarnos "de la mano" a nuestro destino.

                Recién llegados en Medellín, fuimos con Adri y sus estudiantes, que forman el semillero de teatro, a un barcito en el que se podía escuchar la melodía nostálgica de un tango. Es que esta ciudad en la que Carlitos Gardel vivió sus últimos instantes antes del trágico accidente, es bien tanguera.

                Allí un señor de unos cincuenta y tantos años, pelado, rechoncho y con anteojos, quien se encontraba apostado sobre la barra bebiendo un vaso de licor, quedó encantado con la belleza de mi compañera, a tal punto que le invitó un tamal. En este caso la amabilidad se mezcla con encantamiento pero también cuenta.

    Abracé a Ana para dejar en claro quién era el novio, e inmediatamente el señor pidió que no me ponga celoso, pero a su vez prohibió que yo probara el tamal. Era sólo para Ana.

                Recorrimos además el Poblado, un barrio turístico, con muchos hosteles, bares, noche y gringos, que no nos gustó; el centro de la ciudad (San Antonio), donde está el parque de Botero, lleno de sus rechonchas esculturas y la calle peatonal Junín, símil Florida, en la que se sitúa el café Versalles, meca de argentinos por sus empanadas de carne y porque venden yerba.




                Por último visitamos el parque Arví, inmenso bosque con río y laguna incluídos, al que accedimos por metro – cable, un teleférico que se toma en la estación Acevedo de la línea A del metro y te lleva por encima de las comunas más pobres hasta Santo Domingo, y de ahí al parque.



                Las casitas de estos barrios están construidas sobre la falda de las colinas que rodean Medellín. Los techos son de chapa, sostenidos por un par de ladrillos que evitan que se vuelen. Se puede distinguir desde lo alto una señora que cuelga la ropa y los niños con sus uniformes que van a la escuela.



                La ciudad entera nos abrió las puertas. Fui invitado a dar una clase de clown a los chicos del semillero de teatro, estudiantes de psicología, en el gimnasio de la universidad de Envigado. Todos ellos tenían unas ganas locas de aprender y divertirse, así que salió muy linda. 



Son jóvenes preocupados por la sociedad en la que viven, o mejor dicho ocupados en que cambie. Trabajan con personas “desplazadas”, es decir, que fueron expulsadas de un barrio a otro, o que tienen familiares que fueron víctimas de los conflictos armados.

¿Qué más? Hoy por la noche, después de un mes y medio de descanso, vamos a compartir nuestra música en un barcito “Chapoleras”, cerquita de donde estamos viviendo. 

Van a venir a escucharnos todos los amigos que nos hicimos en estos 14 días de estadía en este lugar del mundo tan particular, lleno de desigualdades y conflictos, pero también de gente maravillosa que nos alojó en sus hogares, nos cocinó sus arepas, nos contagió con su alegría y nos abrió su corazón. 


                 

2 comentarios:

  1. Dani y Ana, me siento muy orgullosa del encuentro que la vida nos dio en Medellín, la admiración y las ganas de construir lazos crecen y se que así como nuestro primer encuentro fue acá, el segundo sera en cualquier otro lugar del mundo (preferiblemente su gran ciudad), gracias por la alegría, las risas y los consejos salidos del corazón. Me encanta que haya querido esta ciudad y nuestra casa siempre estara abierta para el regreso anual que mis papas tanto añoran. Un abrazo grande y pronto nos volveremos a ver! Un abrazo grande...

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