viernes, 11 de octubre de 2013

Nada que festejar


Estar recorriendo mi continente me hace sentir muy afortunada. Viendo con mis propios ojos la enorme diversidad cultural como también natural que tiene este sagrado lugar donde vivimos, también me hace tomar conciencia. En esta fecha especial, donde recordamos el saqueo y la violación por parte de Europa, me hace ver que lamentablemente el saqueo no ha terminado sino que sigue sucediendo día a día ante nuestros propios ojos.
Con la llegada de los españoles, además de personas, se han aniquilado lenguas y ha quedado la lengua castellana como idioma común en los países que conforman Sudamérica, a excepción de Brasil. Hay quienes dicen que esto fue beneficioso ya que supone una comunicación  más sencilla desde el lenguaje, ya que todos hablamos el mismo idioma. Yo no lo veo así; hubieron incontables dialectos y lenguas que desaparecieron, ya que se transmitían oralmente y no tenían escritura. Pienso que el lenguaje como forma de comunicación es sumamente valioso y debemos preservarlo, como parte de nuestra identidad. Por eso, cuando me encuentro en Bolivia y se me acerca un yanqui a preguntarme a dónde queda tal calle, en su idioma, me pregunto: ¿Por qué? ¿Por qué habría de responderle en inglés a esta persona, que se encuentra en un país de habla hispana y que ni siquiera se tomó la molestia de aprenderse  tres palabras en castellano para una comunicación básica: perdón, por favor, gracias? ¿Por qué me habla en su idioma suponiendo que yo lo entendería? Sé hablar inglés muy bien y fluidamente, pero ante estas situaciones, opto por responder en mi idioma.


Por otro lado, me pone contenta ver que en varias zonas de Perú y Bolivia la gente se comunica en Quechua o Aymara. Esas lenguas no tienen escritura y sólo se transmiten oralmente, por lo tanto seguir hablando en dichos dialectos o idiomas, es una manera de mantener viva la identidad cultural.
Creo que de esto se trata el quid de la cuestión: de mantener viva la identidad cultural, de ser conscientes de dónde venimos, cuáles son nuestros orígenes y tradiciones, hacerlos propios y respetarlos sagradamente.




La vida en Perú y Bolivia dista mucho de la de Buenos Aires, a grandes y a pequeños rasgos. Muchos viajeros europeos con los que nos hemos cruzados coinciden en que Buenos Aires tiene más en común con su continente que con Sudamérica. ¿Por qué? ¿Por qué miramos a Europa o Estados Unidos como el modelo cultural a seguir? Desde los gorriones que trajo Sarmiento para que la ciudad se parezca un poco más a París, a las nuevas franquicias de Starbucks, que instalan la moda de ir caminando por la calle, re canchero, con un café en la mano (por cierto, aguado), haciendo de cuenta que estamos en New York.
Por lo que vimos en Bolivia y Perú, hay una visibilidad y un respeto a las culturas originarias que yo personalmente no ví en Buenos Aires nunca. (Y aclaro: estoy hablando de BUENOS AIRES, el interior del país es otro universo del cual hablaré otro día) Conocimos comunidades en Perú donde las mujeres se transmiten ancestralmente unas a otras el arte del telar, desde temprana edad, así como también la tarea de cocinar unas comidas magistralmente sazonadas con un secreto que pasa de generación en generación.
Por otro lado, cuando me encuentro en Cusco, ciudad sagrada de los Incas, y veo carteles en inglés promocionando tours al Machu Picchu, o una señora me atosiga por la calle diciéndome “Massage, massage”, o se me ocurre ir una noche a mover las caderas y no hay manera de encontrar algún lugar donde se pueda bailar cumbia peruana (tan de moda en mi ciudad en las fiestas cool), sino que estoy condenada a tener que escuchar a David Guetta junto a un grupo de yanquis que no para de beber, por lo ridículamente barato que les resulta emborracharse, me vuelvo a preguntar ¿Por qué? ¿Por qué aquí está todo armado para el bienestar del extranjero angloparlante? No puedo evitar tener una sensación de que muchos de estos turistas (y dije muchos, no todos), vienen de visita a estas tierras por dos razones: por lo ridículamente barato que les resulta y por una especie de “efecto zoológico”: vienen a ver cómo es que la gente que aquí vive ya no tiene arco y flecha como ellos creían. Mientras tanto, vayan a donde vayan, tienen todo a su alcance para que no extrañen a su país: carteles en inglés, Mc Donald´s, Starbucks y David Guetta en cada boliche. Otra forma más contemporánea de seguir dejando que nos colonicen.




Está en cada uno de nosotros las ganas de querer seguir manteniendo viva la identidad cultural, como las ganas de querer parecerse un poquito más a quienes hace 500 años nos violaron, saquearon y robaron o a los que hoy son dueños del Imperio. Está en nosotros tomar real conciencia de qué cultura queremos consumir o qué cultura queremos defender y hacer visible para que no se pierda. 

Los dejo con una canción que admito que ya es cliché cuando hablamos de este tipo de cosas, pero que no deja de ser hermosa, así como su video (les recomiendo echar un vistazo!) 

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